El enemigo oculto en su cartera: la prescripción

En Colombia, cada año miles de millones de pesos se pierden no porque el deudor gane el pleito, sino porque el acreedor nunca llegó a tiempo para cobrar. No es que no existiera deuda. No es que el deudor no tuviera bienes. Es que el reloj legal llegó a cero: la prescripción hizo su trabajo.
La prescripción es como ese enemigo silencioso que no golpea la puerta ni envía avisos; simplemente espera, paciente, a que pasen los días, los meses y los años. Cuando llega su momento, convierte una obligación clara y legítima en un recuerdo sin valor jurídico para los procesos ejecutivos.
Imaginemos un caso común: una empresa suministra mercancía a crédito, el cliente deja de pagar y, por mantener la “buena relación”, el gerente decide esperar. Se envían algunos correos, se hacen llamadas, el deudor promete que pronto pagará. Pasa un año, luego dos. Cuando finalmente se decide a demandar, descubre que la factura o pagarés, ya no tienen fuerza para exigir el pago. Legalmente, la deuda “murió para iniciar un proceso ejecutivo”.
La realidad es que la prescripción no distingue entre deudas pequeñas o millonarias. Tampoco le importa si el deudor es un cliente antiguo o un socio comercial estratégico. Una vez vencido el plazo, la ley cierra la puerta, y ni la mejor argumentación podrá revivir un derecho extinguido.
El problema no es solo económico. Perder una cuenta por prescripción puede afectar la liquidez, distorsionar los informes financieros y enviar un mensaje peligroso a otros clientes morosos: “aquí se puede demorar el pago sin consecuencias graves”.
El error común es pensar que con solo enviar un correo electrónico o hacer una llamada telefónica se detiene el reloj de la prescripción. La realidad es que solo ciertos actos, formalmente reconocidos por la ley, tienen la capacidad de interrumpir este plazo. Y la falta de conocimiento sobre estos mecanismos puede resultar en pérdidas millonarias.
La mayoría de los gerentes conocen el concepto de prescripción, pero pocos tienen claros los plazos reales y cómo se interrumpen o suspenden. Es un tema que no suele estar en la agenda diaria, pero que puede decidir la diferencia entre recuperar su dinero o perderlo.
La reflexión es simple: así como usted no dejaría que un inventario costoso se deteriore en una bodega, tampoco debería permitir que sus cuentas por cobrar caduquen en silencio. Saber identificar y actuar antes de que el tiempo se agote es tan vital como vender bien o producir con calidad. En la gestión de cartera, la rapidez no es una virtud: es un escudo contra un enemigo invisible que solo deja ver su rostro cuando ya es demasiado tarde.

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